sábado, 11 de julio de 2009

MERLO - GATILLO Y CONTAGIO DE IMPUNIDAD


Desde CORREPI - BOLETÍN INFORMATIVO - NÚMERO 527 – 10 de julio de 2009

El pibe de 16 años, uno de los ocho hermanos de una familia pobre del conurbano, iba al kiosco distante a una cuadra y media de su casa, en el barrio El Pericón de Parque San Martín, Merlo, en las primeras horas del viernes 3 de julio, cuando un vecino, policía federal, le disparó a quemarropa un balazo sobre el abdomen.

Como siempre, hay dos versiones. La que conocen todos, cuenta que, a escasa distancia, y de frente, partió el disparo desde el arma reglamentaria del policía federal, que “prepeó” al pibe, considerándolo un chorro. Una vez que lo hirió, el policía se refugió en su casa, que fue rodeada por los indignados vecinos del barrio, desde donde siguió disparando, incluso a la patrulla policial que venía a detenerlo.

La otra versión policial – que no pudimos comprobar en la fiscalía, pues el espíritu de cuerpo los unifica, ahora bajo la excusa de la gripe de los chanchos, y obstaculizan el acceso al expediente- contaría que al policía federal se le escapó el tiro.

La pregunta del millón se ve venir: ¿a quién le cree la justicia? Y la respuesta se conoce rápido: al policía, que sólo estuvo demorado unas horas, no fue indagado, y se fue con una prematura e insólita calificación legal de lesiones culposas.

En la misma madrugada del hecho, Emanuel Isaías Gaetán fue operado en el Hospital Eva Perón de Merlo. Su estado de salud es delicado.
El policía de la Federal (la que está “Al servicio de la comunidad”) está en su casa desde el mismo día del hecho. Hasta el momento se desconoce su identidad, pues, misteriosamente, en los registros policiales de la comisaría 3ª de Parque San Martín (Merlo) y en la mesa general de entradas de la UFI 5 de Morón sólo consta: "Averiguación de ilícito. Lesiones Culposas. Víctima Gaetán".

El barrio usa la solidaridad e indignación popular como armas fundamentales a la hora de evitar que se propague y contagie el virus de la impunidad. Nadie cree en la “confusión” del agente y mucho menos en la pretendida impericia, imprudencia o negligencia que requiere la figura culposa. La justicia usa barbijo pero igual se contagió. Gatillo, gatillo fácil, tan fácil de disparar mecánicamente como de legitimar institucionalmente.

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