Por Esther Vivas el 30/12/10 12:16 en Canal Solidario
¿Cuál es la fórmula para vincular las luchas de los movimientos sociales a las aspiraciones de una “mayoría silenciosa” atrapada en el pensamiento único, el consumismo y los efectos de una crisis devastadora? No hay recetas mágicas.
Pero según Esther Vivas, reconocida activista social y miembro del Centre d’Estudis sobre Moviments Socials (CEMS) de la Universitat Pompeu Fabra, cualquier propuesta transformadora ha de pasar por la “autoorganización de las clases populares desde una perspectiva anticapitalista, y un ecologismo radical”.
La movilización de las clases populares es uno de los principales retos del presente. “La historia no está escrita y el sistema capitalista se encuentra más deslegitimado que nunca”, afirma Esther Vivas. Por eso, en un contexto de crisis global, la autora de “Supermercados, no gracias” o “Resistencias globales. De Seattle a la crisis de Wall Street” apuesta por avanzar coordinando las resistencias y evitando los sectarismos.
En plena crisis global, parece que la izquierda cuenta, en general, con poco discurso y escasa capacidad de movilización. ¿Cuál piensas que debe ser el mensaje?
Vivimos inmersos en una crisis económica, financiera, social y ambiental de la que sólo podemos salir desde una perspectiva anticapitalista de ruptura y una propuesta ecologista radical. Sólo así podremos evitar el cambio climático y garantizar la supervivencia de la especie en el planeta. Y todo ello a partir de la autoorganización de las clases populares desde la base, algo que es hoy más necesario que nunca.
¿Y cómo dar un impulso, que es hoy imprescindible, a los movimientos sociales con el fin de fortalecerlos?
Opino que es decisivo coordinar las luchas de todos los sectores afectados por la crisis: mujeres, grupos ecologistas, sindicalistas, estudiantes, corrientes marxistas, libertarias, etcétera; sin sectarismos y actuando en el ámbito local pero con una perspectiva global. En este sentido, es fundamental trascender los núcleos militantes, donde estamos los ya convencidos. También hemos de radicalizar las propuestas. Tenemos que hablar de la nacionalización de la banca, de una reforma fiscal progresiva o de prohibir los despidos en empresas con beneficios, por poner algunos ejemplos.
¿Qué retos ha de afrontar de manera inmediata la izquierda alternativa en sociedades estragadas por la crisis?
En síntesis, te diría que lo primero es cambiar la correlación de fuerzas entre capital y trabajo. En los centros de trabajo las luchas son en muchos casos defensivas, por el miedo que produce la crisis, pero también por el papel de los sindicatos mayoritarios, que siguen una estrategia de concertación y diálogo más que de lucha en la calle. En términos generales, la respuesta a la crisis está siendo todavía muy débil, justo en el momento de mayor descrédito del sistema. Al contrario, lo que se percibe es una fragmentación y desarticulación de los movimientos sociales. De todas formas, en los últimos meses vemos un repunte de la movilización en algunos países, a medida que los recortes sociales se intensifican, como en Francia, Grecia, la huelga general en Portugal o las protestas estudiantiles en Gran Bretaña. Hay que ver si son indicativas de un cambio de etapa y del inicio de un periodo de mayor movilización aunque sea todavía frágil.
Tal vez lo más importante, a la vez que complicado, sea conectar con las clases populares.
Estoy de acuerdo. En ocasiones hemos de hacer un esfuerzo para transmitir con claridad a la gente propuestas más o menos abstractas. Pienso, por poner dos casos, en la tasa Tobin o en la abolición de la deuda externa. Pero no sólo se trata de conseguir que el mensaje sea comprensible sino de promover la movilización. Y aquí sí que no hay recetas mágicas. Decía Daniel Bensaïd que nadie sabe cómo cambiar el sistema. Y tiene razón. Sin embargo, tenemos algunas ideas y pistas hacia donde ir. La historia no está escrita y los caminos de transformación permanecen abiertos.
A medida que se acentúe esta crisis global, ¿cómo crees que van a reaccionar las clases populares?
Una de las posibilidades es que se rebelen los sectores sociales castigados por la crisis. Pero también puede ocurrir que se generalicen los planteamientos xenófobos, inducidos sobre todo por el miedo y el egoísmo. Por eso uno de los principales problemas de los próximos tiempos es la capacidad de la extrema derecha para marcar la agenda política. En Cataluña se ha visto muy claramente con la plataforma de Anglada, cuyo discurso ha obligado a adaptarse a todas las fuerzas políticas. La izquierda, por el contrario, ha de sostener frente a esta amenaza las banderas de la solidaridad, el antiracismo y el internacionalismo.
Estos riesgos no dicen mucho a favor de las “democracias” liberales ni del sistema político en general.
Y no sólo se trata de la presencia cada vez mayor de la extrema derecha en Europa ni del crecimiento de las tendencias xenófobas. Se está produciendo asimismo una criminalización cada vez mayor de los movimientos sociales. Tras la represión contra las protestas durante la huelga general del 29 de septiembre en Barcelona y el desalojo de la antigua sede del Banco Español del Crédito que permanecía ocupada, la teniente de alcalde de Barcelona y responsable de seguridad, Assumpta Escarp, alentó el cierre de webs alternativas como Kaos en la Red, entre otras. Si a esto sumamos la Ley de Partidos o el cierre de Egunkaria, obtenemos un panorama desolador.
¿Y qué queda de todo aquello de “refundar” el capitalismo?
“Refundar” o “moralizar” el capitalismo es una gran patraña inventada por políticos como Gordon Brown o Sarkozy para ocultar su verdadero objetivo: transferir el coste de la crisis a las clases populares. Todas las reformas que se plantean adoptan un punto de vista regresivo. Al fin y al cabo, no son sino la materialización de la connivencia entre los gobiernos y el capital privado. Fíjate sino, en los rescates de Grecia e Irlanda. Constituyen una réplica de los ajustes estructurales que sufrieron en la década de los 90 los países de África y América Latina.
Por último, desde tu participación militante en las luchas antiglobalización y los foros sociales, ¿Qué aprendizajes pueden extraerse para las luchas del presente?
Más que victorias concretas, que hubo muy pocas, las conquistas fueron sobre todo de carácter simbólico. El movimiento antiglobalización contribuyó a desenmascarar las instituciones y principios rectores de la globalización neoliberal. El ascenso de las luchas antiglobalización fue el comienzo de un nuevo periodo que ponía fin al triunfalismo neoliberal de comienzos de los 90, mostraba las contradicciones del proceso de globalización y dejaba claro que la historia no había terminado, contrariamente a lo que proclamaban los defensores del sistema. La crisis actual da la razón a las críticas que hacían los jóvenes altermundialistas de Seattle en 1999. Ya entonces se denunciaba algo que hoy es evidente: que el sistema capitalista resulta incompatible con la satisfacción de las necesidades básicas de la humanidad. Sino, que expliquen por qué una de cada seis personas en el mundo pasan hambre, cuando existen hoy más alimentos que nunca.
Entrevista realizada por Enric Llopis a Esther Vivas para Rebelión, 21/12/2010.
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